04 diciembre 2009

Crecer o crecer

El proceso de crecer como todo proceso de cambio es casi siempre trabajoso. No es fácil crecer. En todo sentido, el crecimiento es traumático.
A veces tenemos la opción de decidir no crecer, pero la mayor parte de las veces el crecimiento es un camino indefectible, por donde, tarde o temprano, uno no se puede desviar.
Uno, cuando es niño no puede no crecer físicamente, ni detener el efecto del tiempo en el cuerpo. Tampoco podemos salir de ciertas encrucijadas que nos pone la vida. No hace falta nombrarlas, pero un accidente, una muerte, un contratiempo laboral, o familiar, etc., nos obliga a decidir o elegir caminos que no teníamos previsto y que hubiéramos preferido no tener que tomar.
En esos momentos es cuando, de acuerdo a la idiosincrasia de cada uno, podemos elegir entre el camino del crecimiento o de la pasividad. Mucha gente elige la pasividad y parecería ser una forma menos sufriente de afrontar los hechos, porque estamos acostumbrados a que el crecimiento sea doloroso y trabajoso.
Hay un texto que me gustaría compartir con ustedes, desconozco su autor:

Existen dos clases de personas:
Las que pasan la vida soñando; y las que dan vida a sus sueños...
Las que sueñan con logros; y las que logran sus sueños...
Las que siguen las huellas; y las que las dejaron...
Las que ven para poder creer; y las que creen antes de ver...
Las que te pisan al subir; y las que suben a ayudar...
Las que te dan confianza; y las que te la quitan...
Las que dan sin pedir a cambio; y las que te piden el cambio...
Las que se asoman por la ventana; y las que se salen por ella...
Las que nacen, se reproducen y mueren; y las que nacen, producen y nunca mueren...

Queda destacado aquí qué tipo de crecimiento se puede elegir: quién es el pasivo y quién el activo. Está el que está dispuesto a crecer a pesar de todo y quién quiere permanecer, con el ánimo de no sufrir (y seguramente termina sufriendo más que el que se arriesga).
El camino del crecimiento puede ser más trabajoso, pero transitarlo y vivenciar sus efectos, es más divertido y reconfortante que el supuestamente cómodo “permanecer”. La pasividad generalmente se da por el miedo que genera el cambio. Y ya sabemos que lo único permanente es el cambio.
Todo cambio, todo crecimiento es un riesgo que puede servir para mejorar o a veces para empeorar la situación. Por eso es aparentemente más fácil no arriesgarse.

En la vida pienso que no es posible escapar al crecimiento. Es parte de la vida, puede eludirse por un tiempo, pero siempre llega la situación en que ya no podemos elegir y nos vemos obligados a crecer, algunas veces conciente de lo que hacemos y otras forzados a vivir sus consecuencias. Muchos optan por el camino de la “no elección” por la que otros factores o personas van a elegir por ellos (por ejemplo que lo lleven al geriátrico…).
En todo momento podemos elegir ser dueños de nuestras vidas y tomar decisiones más o menos arriesgadas, de acuerdo a nuestros deseos. Lo importante es saber que si no nos hacemos responsables ahora, más adelante vamos a repetir la historia, con menos posibilidad de evitar la situación y con más obligación de hacerlo. En última instancia, si no nos hacemos responsables, siempre otros elegirán por nosotros. Entonces: ¿no es mejor tomar las riendas de nuestro crecimiento mientras tenemos una amplia cantidad de opciones, seamos jóvenes, con energía y ganas, que dejar pasar las oportunidades hasta que solo quede la resignación?

Lic. Alejandro Giosa

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