Hábitat es un tema que en ecología tiene mucha importancia. Habitar me resulta una forma más compulsiva de tener un “hábitat” ya que naturalmente una especie se adapta o no se adapta a un lugar, mientras que el hombre “hace que se pueda” habitar en cualquier lugar que lo decida.
El hombre siempre halló la forma de lograr que cualquier sitio, por más inhóspito que sea, pudiera ser habitado por él.
El hecho que el ser humano se crea lo más alto de la creación, el “hijo de Dios” implica actitudes psicológicas que tienen sus efectos sobre su comportamiento.
No creo que un animal tenga el orgullo tan magnificado como para pretender hacer cosas para lo cual la “naturaleza” no lo preparó. Hace lo que puede hacer, que ya es mucho…
Pero el hombre en su afán de dominio, pretende siempre más. Transforma todo en competencia, y por ganar, por humillar a otros, siempre intenta más.
El rico humilla al pobre, y el pobre al que es más pobre todavía. El que sabe más humilla al que menos sabe, y el que más puede, más lo demuestra. Y todo como fuente de autoestima.
¿Todo lo que hacemos es por autoestima?
¿Tener más dinero y posesiones, siempre es por placer? ¿No hay un límite para Tener y poder ser feliz?
Yo creo que casi todos luchamos por nuestra autoestima y algunos lo hacen por el camino de la humillación de los otros y los que podemos lo hacemos tratando de crecer internamente para ser felices, lo cual no siempre es más simple que lo primero. Suele ser mucho más complicado y trabajoso…
En este punto es donde me gustaría redefinir el sentido del “habitar”: ¿Donde habitamos? ¿En el espacio interior o en el espacio exterior?. Desde ya que hablamos de espacios psicológicos y no del espacio extraterrestre.
La búsqueda de la felicidad o autoestima (en este artículo prefiero tratarlas juntas) se puede realizar dirigida al cuerpo (placeres carnales, lo cual incluye las posesiones, los deleites alimenticios, sexuales, etc) o dirigida al templo interior, donde se busca la paz, la armonía, el silencio, el gozo sin objeto, la meditación profunda, el éxtasis místico, y otros placeres que conllevan también una transformación física, como la salud, las buenas relaciones, la victoria en los emprendimientos y otros éxitos.
Parece más fácil habitar en el mundo externo, pero eso es solo la ilusión que nos provoca la educación que tenemos: no es más fácil, solo sabemos cómo hacerlo. Si se nos educa para ganar dinero, para tener bienes e incrementarlos, y vemos ejemplos de nuestros mayores haciéndolo, desde que tenemos conciencia, es obvio que aprendemos a hacerlo casi si esfuerzo consciente de nuestra parte. También nos lleva a hacer una elección inconsciente de ese modelo de vida, ya que no conocemos otro. No es una elección siquiera, parece que “es lo que hay que hacer” como naturalización de una cultura monopólica respecto a los “modelos de vida”.
La globalización, que nos permite “habitar” en todo el planeta a través del “ciberespacio” tendría que habilitarnos a vivenciar otras culturas, otras formas de pensar y actuar, y darnos la posibilidad de elección, que tanto necesitamos en esta cultura monopólica.
Estos tiempos pueden ser los más propicios para la iniciación de algo nuevo. Eso estaría muy bien para esta cultura aburrida, que ya recurre cada vez más a las drogas y otras prácticas para eludirse de la realidad fastidiosa.
Necesitamos conocer otros lugares donde “habitar” y poder encontrar la felicidad y la autoestima que merecemos como “hijos de Dios”, y tal vez sea tratando de estar más cerca de su “hábitat” que el de la tierra.
Lic. Alejandro Giosa
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